Heme aquí, de nuevo presenciando el estado emocional crítico de aquellos que me rodean cantando
desafinadas rolas de banda en voces que berrean por amores pasados, amores que
pronto quedarán sumergidos en decenas de hidróxidados vasos y amnesias
temporales, amores que siento jamás haber conocido, berreos que añoro y
lágrimas que envidio.
Ha pasado
tanto tiempo.
¿Qué es de mí?
Cuando rodeado de personas semejantes escucho palabras sin sentido provenientes
de la intoxicación alcohólica.
¿Quién soy
sino más que un espectador de la vida?, vida que aparentemente solo pasa frente
a mis ojos sin dejar ni una caricia.
¿Dónde están
todos esos sentimientos que me han robado?, sentimientos que me olvidaron en un
archivo que se empolva y arruga en papel que se torna amarillento y se impregna
de un aroma melancólico.
¿Dónde está
ese amor que nunca me encuentra?, amor que nunca me encuentras.
Lágrimas que
no nacen y ese sentir que simplemente ha dejado de ser.
Repentinamente
invaden mi mente sueños que he olvidado y deseos que los corazones sienten sin
mí. Amargamente descubro que he olvidado el sabor de la vergüenza al declarar
ante amigos el amor que sufro por ella y todos los guajiros sueños a su lado, súbitamente
todo lo que habita mi mente es la pregunta: ¿Dónde está ese loco de amor que
miraba en el espejo?
¡Pregunta
absurda!, ¡si la cuestión eres tú! : ¿Dónde estás?... ¡Tú!
Tú que
inspiras esas emociones, esos sentimientos fuera de ciencia y esas agonías fuera
de ti, fuera de mí, y sobre todo, fuera de este corazón impermeable que palpita
dentro de un pobre e insensibilizado pero irremediablemente insaciable mortal.
¡¿Dónde estás?!,
de nuevo: ¡¿Dónde carajos estás?!
Ven a
torturarme con miradas, lo que pasaría y quiero que pase.
Con caricias,
lo que sentiría y deseo sentir.
Pero sobre todo: con besos, lo que amo y añoro amar.