Antes de comenzar quiero denotar que el amor al que me refiero a continuación es el amor de pareja, no porque sea más importante que el amor a la familia o a los amigos simplemente porque es el que con más frecuencia crea lo que presento a continuación.
Existen momentos tan tristes y dolorosos que arrancan las lágrimas de nuestros ojos y nuestras almas, cuando me encontraba en momentos así siempre me dije a mi mismo: “aprende a disfrutar tu dolor”, siempre he pensado que todo en la vida debe disfrutarse, desde el sentir el contacto del suelo a cada paso que damos hasta la amargura de perder a alguien querido en los brazos de la muerte, muchas veces he escuchado a mí mismo y a la gente que me rodea decir lo absurdo que es el amor y gritar con todas las fuerzas que desearíamos no sentirlo, claro, esto, en momentos de mucho dolor a causa de este, por supuesto, cuando todo es rosa y caminamos entre nubes decimos que es lo mejor que nos pudo haber sucedido.
Cuando comprendí esto descubrí que el amor era una poderosa arma de dos filos, puede llevarte hasta el fin del mundo totalmente hipnotizado y feliz probando cada trozo posible del paraíso sin importarte que sucederá mañana, sabiendo que puedes morir en ese mismo instante y te irías completamente feliz o, puede arrastrarte por entre fuego y filosos cuchillos hasta lo más profundo del infierno, fuego y cuchillos que dejan imborrables cicatrices en el alma.
Pero ahora llega un momento mucho más filosófico en esta reflexión sobre el amor, las previas conclusiones se basan en la presencia del amor pero que sucede cuando este ya se desvaneció, cuando las lagrimas lo disolvieron y fue absorbido por la alfombra de tu habitación o fue evaporado por el calor del ambiente.
Todos sabemos lo doloroso que es el amor cuando comienza a podrirse, cuando las sonrisas, los abrazos y los besos se convierten en mentadas de madre, gritos y saladas lágrimas, creo que todos hemos vivido esto. Y aunque no nos demos cuenta el siguiente momento que pensamos en eso lo hemos superado, el amor que nos daño tanto se ha esfumado y por un tiempo nos sentimos perfectamente felices, hasta que llega el peor de los momentos, el momento en que nos damos cuenta que hemos olvidado lo que es el amor, estamos tan inmersos en fortalecer nuestro amor familiar y de amistad, tan obsesionados con nuestro trabajo y tan centrados en reír todo el tiempo que podamos, que de repente cuando tratas de recordar cómo era estar enamorado no puedes crear el sentimiento por más que te esfuerces, has olvidado el sabor y la humedad de un beso de amor, el calor de un abrazo de la persona que amas o la rápida palpitación que sentías al saber que había algo ahí, que algo se podía dar.
Eso no estoy seguro de que nos suceda a todos, pero definitivamente es lo que me sucede a mí, he descubierto que daría mucho por disfrutar el dolor que me causaba el amor, extraño saber que alguien piensa en mí, extraño pertenecerle a alguien, extraño tener la duda si llamará o no lo hará, extraño besar, abrazar y adorar a alguien de carne y hueso, a alguien con defectos, a alguien como yo.
Por eso descubro que existen fuertes dolores, como extrañar a alguien, dolores que se llorar solo encerrado en una habitación, o que se lloran en brazos de los amigos mientras se bebe para tratar de amortiguar la agonía, pero son más fuertes aquellos dolores que no se pueden llorar, dolores en los que no se siente nada, las lagrimas no brotan y todo lo que hay es un nudo en la garganta que espera ser desanudado por el regreso de esa enfermedad adictiva que llamamos amor.
Ese es el tercer filo del amor, primero cortó para nosotros flores, después cortó nuestras almas creando ríos de lagrimas y ahora corta nuestro llanto y nos aísla de nuestros sentimientos esperando aparecer de nuevo para cortar de nuevo con sus tres amantes, adictivos y misteriosos filos.
Definitivamente extraño el amor.
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